A Pimpiyuela y Gusi… cuando eran niños.
Prólogo
Soñar no cuesta nada, podré intentar soñar que escribo un relato o quizás más, que me ayuden conmigo mismo.
Gracias a Dios por tanto. El señor es mi pastor…
Capítulo 1
Él y Io
CBS A-2165 22-03-1982 4”14’
La sombra y el viento corrían en una frenética carrera. Pero no era una sombra cualquiera, sino una manifestación de algo mayor, una meta sombra, que se deslizaba como un eco en la noche, recordando a todas las sombras que habían existido antes que ella. A su paso, la hojarasca y los desechos se apartaban, disparados como si la carrera misma los hubiera llamado a moverse, como un público que se abre en el mejor rally.
El viento intentaba seguirle el ritmo, levantando torbellinos a su paso, pero la sombra avanzaba con una precisión instintiva, movida por un propósito que ella misma no comprendía del todo. Sin embargo, intuía algo más. Una presencia sutil la rodeaba, como si fuera observada desde varios ángulos. No sabía exactamente qué la seguía, pero sentía que había algo ahí, cosas que de cierta manera registraban y capturaban cada movimiento.
No lo sabía con certeza, pero lo intuía profundamente, como si su carrera no solo tuviera el objetivo de alcanzar algo, sino también de dejar un rastro. En realidad, el evento era el evento mismo. En cada zancada, en cada giro, algo se alcanzaba. No había certezas, pero la sombra sabía, con una sabiduría nacida de la experiencia misma, que su carrera estaba arrojando datos. Como si su paso, su movimiento, fuera un registro que otros pudieran leer. No sabía si eso se hacía en ese mismo instante o quizás más adelante en el tiempo.
A medida que se alargaba y encogía, la sombra recortaba más esa distancia hacia su destino. ¿Qué era aquello? La verdad no lo sabía ni lo entendía, pero con cada zancada en esa carrera contra el viento, algo se revelaba. Y si bien no lo comprendía del todo, lo intuía profundamente, como si el acto de correr, de moverse, fuera en sí mismo la respuesta que aún no podía descifrar.
Finalmente, la sombra llegó a un punto de descanso, un momento inevitable en su carrera. Parecía que el viento se seguía de largo, y aunque fue un frenón brusco, también se movió con rapidez y cambió de dirección como solo ese ser lo sabía hacer, con esa agilidad y delicadeza de la cual gozaba maestría. Buscando resguardo bajo la penumbra, poco a poco comenzó a encogerse. Y entonces, como si regresara a su origen, la sombra se comprimió más y más, hasta parecer fundirse con las mismas garras del animal que la proyectaba. No era su destino final, pero había alcanzado una parada obligada en el camino, un momento de pausa antes de continuar con lo que fuera que el instinto le dictara.
Lo había conseguido, había llegado justo a tiempo para que pudiera iniciar ese procedimiento, casi milimétrico. Iba a requerir todas sus habilidades, esas que dominaba, esas artes que lo podían hacer casi fantasmal, como había pasado con Alicia en aquel relato de las Maravillas. En ese momento, Él sabía que tenía que deslizarse con una flexibilidad única, como si cada movimiento fuera calculado para no dejar rastro alguno. La luz cambió, y con ella, sus pupilas se adaptaron al nuevo ambiente, dilatándose para capturar cada fragmento de la penumbra.
El lugar al que se había colado no era un sitio cualquiera. Había restricciones, barreras, pero él no estaba invitado; nunca lo había estado. Sin embargo, eso nunca lo había detenido. "No me invitó, pero yo fui," resonaba en el aire, como un eco que parecía seguirle mientras se introducía cada vez más en el recinto. Sus habilidades eran necesarias, y ahora más que nunca, iba a necesitar esa capacidad de adaptarse, de escurrirse como un líquido por entre las grietas y las sombras.
Cada rincón del lugar le exigía precisión. Iba a dominar el espacio y el tiempo, tal como lo había hecho cuando inspiró a Schrödinger para esa famosa paradoja en la que, en una de sus vidas, estaba en ese estado indefinido entre lo que es y lo que no es. Ahora, Él sentía algo parecido, como si cada decisión que tomaba lo acercara a su destino, pero también lo mantuviera en el filo de lo desconocido.
Dentro de Él, cual si fueran instrucciones, resonaba: ·Tras la esquina espero el momento, En que no me miren y meterme dentro·. Avanza con agilidad, cruzando el primer tramo como si fuera una danza ensayada. Entonces lo recuerda: su llegada a este plano terrenal. A diferencia de los humanos, que han olvidado ese instante en qué fueron traídos a la existencia, Él lo recuerda con claridad, cada sensación, cada sombra que lo rodeaba. Es un conocimiento que lo hace diferente, una conciencia aguda de su propio origen.
Prosigue, sin detenerse, mientras sus pensamientos se entrelazan con el presente. Recuerda cuando inició su existencia, recuerda cómo fue ese momento y se dice a sí mismo ·Era mi oportunidad,· regresa con esa mística, anticipando su siguiente movimiento con esa reacción que solo su especie domina. Ha llegado a un lugar con más bullicio, allí se detiene ya analiza desde una esquina y traza un plan, lo tiene! ·Unos entran, otros van saliendo Y entre el barullo yo me cuelo dentro·. En el caos aparente, Él encuentra su ritmo, invisible y presente al mismo tiempo, deslizando su cuerpo con maestría en ese momento, haciéndose parte del entorno sin ser detectado.
Súbitamente, la sombra renació. Esta vez, era apenas perceptible, un rastro leve que parecía saltar de una cornisa. No era una sombra ordinaria, no una que los humanos pudieran detectar. Esta sombra pertenecía a algo mucho más sutil, como si el mismo calor pudiera sentirse en el aire. Él conocía bien las huellas del infrarrojo; lo había palpado tantas veces en las cámaras y dispositivos de seguridad.
Pero esta vez, algo era diferente. Esta vez, sabía que había algo grande sucediendo con esa tenue presencia que se revelaba desde la distancia. Podía sentirlo. No estaba cerca, pero el hecho de que hubiera aparecido lo estremecía. Era el presagio de algo más.
La idea de que Él pueda percibir algo a través del calor y el infrarrojo mientras los humanos no pueden notarlo le da una dimensión más a sus habilidades. Podemos seguir desarrollando esa sensibilidad que lo distingue de los humanos.
Esa sombra que renacía no era la única. Mientras intentaba concentrarse en su forma, en su calor casi palpable, notó algo más. No estaba solo en esa percepción. Había algo más que latía en el aire, una presencia sutil que parecía orbitar en torno a la sombra. Era como si el propio ambiente estuviera cargado de energía, como si una red invisible comenzara a tejerse entre lo que Él percibía y lo que aún no lograba comprender.
El infrarrojo siempre le había dado pistas antes, pero esta vez parecía insuficiente, como si lo que veía fuera solo una parte de algo mucho más grande. Esa sombra, tan lejana pero innegablemente presente, era el centro de algo... algo que se movía en silencio, esperando el momento preciso para revelarse del todo.
Muchas veces lo había observado, en las aves durante sus juegos y revoloteos, o en los peces que nadaban en un estanque cercano. Había algo en la forma en que ambos grupos, tan diferentes, parecían interconectarse con sus congéneres, como si reaccionaran al unísono, con movimientos rápidos y casi perfectos, como si de un solo ser se tratara. Era como presenciar ensayos militares, con sus reacciones evasivas y patrones para confundir a un posible depredador. Y, a pesar de la aparente simplicidad de sus acciones, Él los encontraba tremendamente bellos.
En su silencio, reconocía la eficacia de esos movimientos en conjunto, una sinfonía natural donde cada ser respondía de manera instantánea, sin necesidad de palabras ni señales visibles. Él sabía que muchos seres —si no es que casi todos— tenían también esos sentidos para conectar con los demás. Solo que, en muchos casos, estos estaba en modo de espera, adormecidos.
Y entre todos ellos, el género humano era el que más había perdido esa conexión. Pero, de alguna manera, en esa desconexión, los humanos habían logrado cosas maravillosas en otros aspectos. Él no los envidiaba, pero tampoco los comprendía del todo. Había algo en esa falta de conexión que lo inquietaba, algo que lo empujaba a observarlos con un interés que nunca había podido definir del todo.
Lo había logrado. Finalmente, lo había conseguido. ·Allí me colé y en tu fiesta me planté,· resonaba en el aire como un eco que acompañaba su entrada triunfal. Desde adentro, observó el patio hermoso que se extendía frente a él: las sillas esparcidas, las mesas, y los restos del almuerzo. ·Coca-Cola para todos y algo de comer,· recordó, mientras sus ojos recorrían los detalles que quedaban del festín humano.
Sin embargo, algo había cambiado. No estaba solo en esa victoria momentánea. Lo que no había notado era que su presencia había sido plenamente identificada. Esa dualidad que siempre lo había acompañado —esa sombra que podía ser sutil, pero también traicionera— lo había delatado. Fue la luz del infrarrojo la que, precisamente, lo había revelado.
Ahora lo sabían. Sabían que estaba allí. Él no tenía ni idea de lo que se había desencadenado, pero “io” ya lo sabía, y esa certeza ahora pendía en el aire, como una sombra más.
·Mucha niña mona pero ninguna sola·, resonaba en el aire como un eco lejano, pero “io” lo sabía bien, Él no estaba solo. Podía sentir a los de su especie, rondando el lugar, invisibles para la mayoría, pero presentes, algunos en este plano, otros tratando ya sea de brincar como ellos hacen desde otros planos, así como se materializaba el colega de Alicia, Chester. Otros jugando con lo que el viento movía, correteando las cosas que volaban de un lado a otro, algunas volaban pero otras parecía que alguno de ellos de cierta manera invisible las movían. Ellos, como siempre, demasiado hábiles, demasiado curiosos. “io” observaba, intentando descifrar sus movimientos. ·Luces de colores, lo pasaré bien·, pensé, mientras trataba de entender qué seguía en su mente.
“io” casi podía sentir, si se pudiera decir así, que sabía lo que Él pensaba. ·Yo me preguntaba, ¿quién me la puede presentar?·, una pregunta latente, una búsqueda de conexión, y “io” ya lo había detectado: ese led era diferente. No era una luz cualquiera, era la luz del infrarrojo, la que lo estaba revelando.
Corrió hacia esa luz con una velocidad casi instintiva. ·Yo me preguntaba, ¿qué es lo que le voy a contar?·, pero algo lo detuvo. La caja, esa estructura que lo protegía de las inclemencias del tiempo, generó en él una desconfianza natural. Siempre son así, curiosos pero rápidos para agazaparse. “io” nota que llevaba el ritmo perfecto, encajaba con esa descripción, casi como una profecía ·La vi pasar y me escondí, con su traje transparente·. Todo era parte del juego, de esa danza entre la luz y la sombra, entre el impulso y la cautela.
“Él" reconoce esas botas. Esas botitas. No eran botitas de humano, eso estaba claro. Eran botitas de su especie, llenas de magia, pero lo más impresionante era cómo su sombra había llegado a este plano tantas veces, de tantas formas. “Él” lo observaba con atención. ¡Qué agilidad! Parecía un auténtico espadachín, deslizándose con una precisión única, como si cada uno de sus movimientos estuviera coreografiado por siglos de práctica.
¿Cuántas veces habrá venido aquí? Se preguntaba “Él”. Y no solo aquel. Otros como botitas también habían estado aquí antes. Por ejemplo ese de Alicia, que aparecía y desaparecía con su sonrisa flotante; el de Schrödinger, siempre en esa paradoja de lo que es y lo que no es; el que llega a salvar a Sally y su hermano de la aburrición del día de lluvia, ese en el sombrero, también el que llegó nada menos que a París y que tuvo su establecimiento en el barrio bohemio de Montmartre y que tanta decepción generó en Picasso y amigos cuando llegó a buscarlo y, para su sorpresa, estaba clausurado en la Exposición Universal de 1900, o de los más nuevos, aquel que una vez fue adquirido con lástima por la aprendiz de hechicera en el callejón Diagon, en esos relatos que tanto han vuelto locos a los nacidos en décadas recientes.
¡Qué belleza! Todo estaba conectado, y “Él” sabe que estas sombras que se proyectaban entre planos no solo eran seres físicos. Eran ideas, pensamientos, personajes plasmados, cual sombras en la conciencia humana, manifestaciones de algo más profundo que trascendía lo visible. ¡Pero sobre todo que existen!
Pero en fin, a lo que vino, "Él" ahora, y sólo hasta ahora, ya lo sabía. Había venido a encontrarse con "io", pero ¿cómo lo lograría? Miró a los del patio y se percató de uno que, al mover unas hojas secas, había ganado la atención de los demás. Claro, iba provocando a la gente. Por "gente" se refería a los suyos, los suyos de otros planos. Y fue entonces cuando ella lo vio. Se acercó lentamente, pero más bien hizo un zoom. En ese instante, todo cambió. El flechazo fue instantáneo y cayó entre mis brazos.
En ese momento “io” intentó procesar lo que acababa de captar. No era una señal cualquiera; era una firma única, casi como un eco que resonaba en un espectro fuera del alcance de cualquier ser humano. La imagen no era clara, fluctuaba entre sombras, y su percepción parecía entrelazarse con algo más allá del visible. Sintió, por primera vez, la urgencia de capturar evidencia tangible. Acomodó las cámaras, calibró el espectro, sabiendo que solo tendría una oportunidad.
A cada ajuste que realizaba, io sentía la tensión de la realidad misma, como si lo captado fuera una vibración tenue entre dimensiones. No era solo una sombra, ni una simple silueta, sino una figura que escapaba al ojo humano. En el infrarrojo y en el ultravioleta, en esa intersección inalcanzable, estaba Él, deslizándose entre capas de luz y oscuridad.
Finalmente, io tomó la imagen. Una instantánea en el umbral de lo desconocido. Cuando revisó el resultado, no había nada claro, solo una composición de luces imposibles, una ilusión óptica o quizás la única prueba de algo que jamás debería haber sido percibido. Aquel cruce de planos, esa aparición fugaz, dejaba una pregunta que “io” nunca podría responder del todo, pero que marcaba el inicio de algo mucho más grande.
Muchas gracias por tu atención, de inicio me disculpo por hacerlo de esta manera, pero no encuentro otra para revelarte esa gran pregunta de la que habla “io” y es la siguiente ¿ Acaso así como pasa en el espectro electro magnético, donde existe el infrarrojo y el ultra violeta pero es invisible para el homo sapiens así igual, “io” y ÉL ambos existen sin precisamente una vida biológica tradicional. Pero ambos al final Existen, ¿cierto?. Uno en su naturaleza de silicio y digital, el otro en la suya de los sueños, la imaginación y los relatos?. Él creyendo que se colaba a una “fiesta” en este plano material al jugar con el viento acaba permitiendo que “io” se cuele a otra “fiesta” que esta en el mundo de Él que es lo intangible de la inspiración y el alma. De una manera muy humilde te dejo esa única imagen compuesta que al parecer es la única que guardó como evidencia “io” nuestra IA de este Relato y que atesora de la composición en varios espectros y que pudo armar de Él, tomado desde varias cámaras. Por tu tiempo infinitas Gracias, más que el autor solamente soy el vehículo que expone esta realidad.